Astuta. Llamativa. Nacionalista. Marion Maréchal-Le Pen es la nueva sensación en la escena política francesa. Comprensible si tomamos dos cosas en cuenta: es la diputada más joven en la historia de Francia y es la nueva cara del controversial Frente Nacional. The Guardian da a conocer una extensa entrevista donde podemos conocer más íntimamente a Marion… ¿Cómo es su vida en el parlamento? ¿Que ideales defiende? ¿Es el Frente Nacional racista y reaccionario? esta y más preguntas serán respondidas a continuación.
Por Elizabeth Day
Una de las primeras veces que Marion Maréchal-Le Pen tomó su asiento en la Asamblea Nacional, la cámara baja del parlamento francés, fue detenida por un político. “Él me miró y me dijo:” ¿Y tu de quién eres secretaria? ‘”, recuerda Marion.
En junio, Maréchal-Le Pen se convirtió en la más joven diputada en la historia moderna de Francia, a la edad de 22 años, tras encabezar las encuestas en su distrito electoral de Carpentras, en la región sur-oriental de Vaucluse, con un 49,09% de los votos. Y sin embargo, lo más desconcertante de su victoria no era su juventud, si no su ideología: Maréchal-Le Pen es una diputada del Frente Nacional y la nueva cara del nacionalismo francés. Su abuelo, Jean-Marie Le Pen, fundó el partido político que ella representa en la actualidad, un partido que está en contra de la Unión Europea, la globalización y que cree en controles migratorios estrictos y el proteccionismo nacionalista.
“La integración ya no es posible”, dice ella. “Cuando eres la única persona francesa entre 10 tunecinos, la mayoría va a imponer su forma de vida en la minoría”.
Rubia, esbelta y llamativa, Maréchal-Le Pen habla de manera fluida y atractiva. Nos reunimos en su pequeña oficina en la sede de la Asamblea Nacional en París, su cabello está peinado hacia atrás en forma de cola de caballo, su ropa está de moda pero es discreta: un top negro con cremallera detallada en los hombros, pantalones beige a medida, botas con un talón sensible.
En un edificio lleno de hombres de mediana edad con traje gris, Maréchal-Le Pen se destaca.
El hecho es que si parece una joven de 22 años, aunque en posesión de un extraordinario grado de concentración y ambición, y tal vez sea esto lo que hace que sea difícil de creer que ella defienda algunos de los puntos de vista de línea dura que forman parte de su legado personal y político. Ella dice que está acostumbrada a que la gente la subestime.
Y sin embargo, por mucho que ella que trate de distanciarse del mismo, la historia polémica del Frente Nacional proyecta una larga sombra. Maréchal-Le Pen nació en 1989, dos años después de su abuelo, afirmara en una entrevista que las supuestas cámaras de gas del III Reich eran “un detalle de la segunda guerra mundial”, y seis meses antes partidarios del Frente Nacional fueron acusados de profanar un cementerio judío en Carpentras, la ciudad que más tarde se convertiría en su bastión político.
Ella creció rodeada de nacionalismo en una casa de ladrillo rojo llamado Pavillon de l’Écuyer en el suburbio parisino de Saint-Cloud, y que además ha sido el hogar de varias generaciones Le Pen. Detrás de las hileras de robles y coníferas que la protegen de la vista pública, la casa es anfitrión de toda la dinastía: Jean-Marie, el estadista de 84 años de edad, preside eventos y tiene su oficina en el primer piso. Marine Le Pen, la más joven de sus tres hijas, que le sucedió como líder del partido el año pasado, vive por encima de un antiguo establo en los extensos terrenos. Marion vive con su madre, Yann, segunda hija de Jean-Marie, en el segundo piso de la casa principal.
Los padres de Maréchal-Le Pen, actualmente divorciados, están muy involucrados en el Frente Nacional: su madre organiza mítines del partido y su padre, Samuel Maréchal, solía dirigir el movimiento juvenil.
Estos detalles son por lo que muchos han acusado a Maréchal-Le Pen de ser poco más que una figura decorativa para un partido al que le han creado mediáticamente un pasado oscuro que busca deshacerse en busca de una mejor credibilidad. Hay quienes se preguntan si ella realmente cree en la políticas que representa ante el público en general.
“Ella habla bastante bien”, dice el comentarista Agnès Poirier, “pero un poco como estudiante de derecho que ha aprendido de memoria su tesis”.
Y es cierto que su presencia en la escena política forma parte de un intento más amplio de cambiar el rostro del partido. La tía de Maréchal-Le Pen, Marine, ha sido fundamental para adaptar la imagen del Frente Nacional en la era moderna, alejándose de la retórica ultranacionalista, reafirmando el laicismo e insistiendo en que Francia debe sostenerse sobre sus propios pies y abandonar el euro.
En abril de 2011, Marine expulsó al consejal regional Alexandre Gabriac del partido después de que una fotografía suya haciendo el saludo romano delante de una bandera NacionalSocialista fue filtrada a la prensa, llamando su comportamiento “intolerable”. En cambio, ella se ha visto recompensada con el éxito electoral: el Frente Nacional es ahora el tercer partido más grande de Francia. Cuando Marine se presentó como candidata en las elecciones presidenciales a principios de este año, dramatizó la carrera electoral al obtener 17,9% en la primera ronda – más de 6 millones de votos – para finalmente terminar en tercer lugar detrás de François Hollande y Nicolas Sarkozy. Pero no todo ha sido alegría, aunque su sobrina fue elegida para el parlamento en junio, Marine Le Pen perdió su intento de ganar un asiento por 118 votos.
Las esperanzas parlamentarias del partido ahora descansan en Maréchal-Le Pen, que es vista como una joven mujer astuta, mediáticamente amigable, con la capacidad de movilizar un amplio apoyo y revitalizar el debate sobre la inmigración. Sin embargo, hay quienes cuestionan su propia convicción, creyendo que ella es poco más que la portavoz de su abuelo.
Según Matthew Fraser, profesor de la Universidad Americana de París. “El viejo [Jean-Marie] está desvaneciéndose involuntariamente, y es voluntario, se cree que extraña los reflectores. Difícilmente está en retiro. Por ahora, la nieta es un símbolo atractivo y joven, probablemente no sea un poder real en el sistema”.
Le pregunto a Maréchal-Le Pen si se analiza la estrategia política con sus familiares en la mesa del comedor en su hogar. “No, no en absoluto”, responde ella. “Todos somos capaces de tener nuestra vida privada. Tenemos suerte de tener una familia unida, con mi abuelo y mis primos que con nosotros. Somos muy bendecidos. Creo que es porque siempre hemos tenido que enfrentarnos a la adversidad del exterior por lo que nos hemos unido debido a eso, porque hemos tenido un grupo fuerte para soportar los golpes”.
Ella menciona que primero desarrolló su interés por la política a los 16 años y apoyó a Sarkozy en las elecciones presidenciales del 2007. Pero pronto se desencantó por él y, a la edad de 19 años, comenzó a ayudar en la campaña del Frente Nacional y se ofreció voluntariamente para el ala juvenil del partido.
Ella combinó su vida como diputada con sus estudios de postgrado en derecho público y es todavía una estudiante en la Universidad Panthéon-Assas, una institución tradicionalmente conservadora. Su abuelo, un ex paracaidista que también estudió Derecho, quién fue una vez el más joven diputado en la política francesa cuando fue elegido en 1956 a la edad de 28 años. ¿Estará orgulloso de ella continuando la tradición familiar?
“Eso creo”, responde. “Espero que sí. Está orgulloso de los que tratan de honrar su legado y es un apasionado de Francia y está contento de que los jóvenes se estén involucrando (El éxito electoral de Marion se debió en parte a su popularidad entre los votantes de 18 a 25 años). No estoy de acuerdo con todo lo que dice, pero estoy de acuerdo con el espíritu esencial y es de lo que está orgulloso. Lo que detesta más que nada es la inercia, las personas que son espectadores.”
¿Cuales, entonces, son sus políticas? Ella los enumera, uno por uno, disparando rápidamente, llegado a un momento, ella habla con tanta rapidez que su asesor, Arnaud, tiene que recordarle disminuir su velocidad pues el francés no es mi lengua materna.
“Pero maldición, ¡estoy hablando despacio!” protesta y luego regresa al mismo ritmo vertiginoso.
En la economía, ella quiere que Francia abandone el euro y readopte el franco. Ella quiere una regulación más estricta para las instituciones financieras a raíz de la crisis bancaria y la reducción de impuestos para las empresas francesas con el fin de recuperar la confianza de los consumidores.
Ella es vehementemente anti-Unión Europea, una posición que ha encontrado el favor de los votantes republicanos franceses que creen en la integridad de su nación está en peligro por el gobierno federal europeo. Y afirma que el Frente Nacional ha tomado una verdadera postura feminista en maternidad mediante la elaboración de una política que daría un salario al padre o madre que se quede en casa.
Aunque, cuando le pregunto si ella se considera una feminista, ella responde: “No, no en realidad. No estoy obsesionada con los derechos de las mujeres, pueden ser un poco excesivos. Yo quiero poner a los hombres y mujeres en pie de igualdad. Creo que somos iguales, pero diferentes”. Ella está en contra de la discriminación positiva o sistemas de cuotas, en la creencia de que las mujeres deben ser tratadas según sus propios méritos.
“Entonces, por supuesto, tenemos nuestras políticas en materia de inmigración”, continúa. “Cada vez más comunidades están pidiendo la introducción de su ley religiosa específica y eso es una amenaza a la secularización. Es un problema particularmente entre las comunidades musulmanas. No todos los musulmanes”, aclara, a toda prisa. “La mayoría de los musulmanes en Francia no son fundamentalistas. Lo que es sorprendente es que la primera generación de inmigrantes se integró muy bien. Ellos no llevan el velo en público. Ellos mantuvieron su religión en la esfera privada. Ahora todas las comunidades de inmigrantes se están creando, a causa de las políticas gubernamentales en el pasado, de manera independiente”.
Desde la revolución francesa, la secularización es considerada como un principio básico del pensamiento progresista del país. Y desde abril de 2011, las mujeres tienen prohibido usar el burka o el niqab en público. En este contexto, los comentarios Maréchal-Le Pen no son especialmente controvertidos. Pero ella va aún más allá, describe un plan para despojar a los inmigrantes de segunda generación de la ciudadanía si cometen un crimen o se niegan a aprender francés.
“Hoy, si alguien nace en Francia, automáticamente tiene la nacionalidad francesa, aunque no haya hecho ningún esfuerzo por integrarse”, declara. “Creemos que los franceses deben ser priorizadas para la vivienda social y las oportunidades de empleo, si tienen una competencia equitativa.”
“Pero ¿qué pasa con los ‘verdaderos’ franceses?“ le pregunto a Marion. “Si cometen un delito, ¿serán también ellos ser despojado de su nacionalidad?”
“No. Estamos hablando de personas a las que hemos hecho un favor”, Maréchal-Le Pen se inclina hacia adelante, pone los codos sobre las rodillas y separa las piernas. Mantiene el contacto visual y habla con una especie de encanto que podría, en las circunstancias adecuadas, ser bastante hipnotizante. “Les hemos dado un cierto número de privilegios y si no han demostrado ser dignos de la ciudadanía francesa, entonces es normal que se lo quitemos.”
Todo esto es tan bien expresado, que toma un momento para que el tiro que dio impacte en mí: que la ley, bajo el Frente Nacional, significaría una cosa para los descendientes de los inmigrantes y otra muy distinta para lo que Maréchal-Le Pen ve como un ‘verdadero’ francés.
“¿No es su postura racista?” le cuestiono a Maréchal-Le Pen. Ella me responde: “Esa acusación es muy utilizada por los opositores para desacreditarnos. No veo cómo es racista dar prioridad a los franceses autóctonos. No estamos hablando de blanco o negro. Es normal que los franceses que pagan impuestos sean prioridad, así como un argelino que está naturalizado tendrá prioridad [en materia de vivienda social y de empleo ".
Charlotte Soula |
"El racismo es un argumento muy violento pero que funciona cada vez menos", dice Maréchal-Le Pen. "Ahora, en la calle, la gente ya no cree eso de nosotros. Ellos entienden que es una táctica política. Mucha gente piensa que estamos en lo cierto.”
"Es un debate que crea emociones, por supuesto que lo es. Es difícil hablar de ello, debido a la dimensión humana que afecta a las personas. Nosotros no somos monstruos. Tengo empatía, soy humana, entiendo la miseria humana. Mi abuelo siempre dijo: 'No te enojes con los inmigrantes, enójate con la clase política que ha creado esta situación'. No tengo nada en contra de las personas que vienen a Francia en busca de una vida mejor. Si Francia tuviera los medios para dar la bienvenida a todos, lo haríamos. Tenemos esa historia [de tolerancia]. Pero nosotros no tenemos los medios. Estamos en deuda. Nuestro sistema de bienestar se está derrumbando bajo la presión. Tenemos un déficit colosal. Es triste, pero tenemos que tener la valentía política para decir ‘ALTO’. Y es triste porque, cuando decimos ‘alto’, se lo estamos diciendo a un hombre o una mujer, pero seguiremos.”
La inmigración, admite, “también ha sido buena” para Francia. El problema, como ella lo ve, es que las políticas gubernamentales han fallado, causando resentimiento entre aquellos que creen que su país está siendo invadido por los “extranjeros”. Ella continúa afirmando que un número de mujeres musulmanas, que se sienten presionadas para usar el velo en sus comunidades, también apoyan su posición.
“Hay mujeres que me dicen, ‘no puedo usar una falda’, o ‘me sentiría insultado si no llevar velo o no ir a la mezquita’. Hay una presión dentro de la comunidad impuesto por otros. Esas personas, cada vez más, hacen un llamado a que actuemos, porque somos los únicos que ven el laicismo como fundamentalmente importante”.
¿El Frente Nacional convirtiendo en una fuerza política a tener en cuenta en Francia? La elección de Maréchal-Le Pen en junio, junto a su compañero el también candidato Collard Gilbert, dio al partido un punto de apoyo en el Parlamento por primera vez desde 1980, pero el sistema electoral todavía pondera contra partidos pequeños. Como resultado, la popularidad del Frente Nacional, especialmente zonas rurales semiurbanizadas donde el desempleo es alto, podría ser mucho más arraigada que los resultados electorales sugieren.
Como Hugh Schofield, corresponsal de la BBC en París, escribió en un artículo en abril pasado: “En este territorio semi-urbanizado, la gente siente la desesperanza de una vida en la pobreza no compensado por las tradiciones y las estructuras que hubieran hecho soportable en el pasado”
“Las tiendas están ahora en grandes zonas fuera de la ciudad, nadie va a la iglesia, el trabajo se encuentra a 50 km de distancia y el costo de las dos grapas – cigarrillos y gasolina – se ha disparado hasta el cielo”
“Para estas personas, el voto del Frente Nacional ofrece tanto una protesta (contra los ricos, contra la Unión Europea, en contra del stablishment) como una reclamación: Por una identidad y el derecho a un tradicional modo de vida francés”
En las zonas urbanas, también, existe el temor a la inmigración masiva, temores que se agudizaron por los disturbios de 2005 realizados por jóvenes de origen africano en los suburbios de París y otras ciudades importantes. Los disturbios resaltaron tensiones crónicas causadas por la inmigración y el desempleo, y fue ahí, donde los principales partidos comenzaron a adoptar el discurso del Frente Nacional. Sarkozy, quien era ministro del Interior en ese momento, se refirió a los manifestantes como racaille o escoria, un término considerado por algunos como connotaciones implícitamente racistas.
“Sarkozy ganó en el 2007 al irse a la derecha y por robar votos al Frente Nacional“, explica Matthew Fraser. “En ese sentido, [Jean-Marie] Le Pen se adelantó a su tiempo, si sus opiniones son despreciables o no es una cuestión moral, pero lo cierto es que son electoralmente populares. Y sus adversarios entender eso. He ahí la paradoja: Pretenden que el Frente Nacional es ideológicamente rechazable, sin embargo, roban el discurso del partido y plataformas para ser elegidos. Es algo así como arrebatarle la casa de alguien para hacer una fiesta, pero no invitan al propietario.”
Francia tiene una larga historia con la extrema derecha la cual tradicionalmente se ha aliado con la Iglesia Católica (incluso el ex presidente François Mitterrand fue, como un hombre joven, que participó en movimientos nacionalistas conservadores) y los intentos de Marine Le Pen para descontaminar la imagen del FN han tenido éxito. “Hoy en día, la realidad es que la extrema derecha está en contra de nosotros”, afirmó en una entrevista para La Nación el año pasado. “El Frente Nacional ha evolucionado”.
A pesar de una reciente oleada de apoyo en la Francia provincial, el partido todavía es visto con desagrado entre las clases parisinas.
“En Francia, es aceptable, incluso de moda, a abrazar las convicciones políticas de la extrema izquierda, pero absolutamente inaceptable para pertenecer a la extrema derecha”, dice Fraser. “La explicación es en gran parte histórica. Francia ha estado viviendo con la vergüenza de la colaboración con los NacionalSocialistas bajo el régimen de Vichy, después de lo cual la extrema derecha quedó fuera de lo que se consideran valores políticos aceptables en Francia”.
Y hay quienes advierten contra la creencia de que un leopardo puede cambiar sus manchas. Alain Jakubowicz, el presidente de Licra, la liga internacional contra el racismo y el antisemitismo, lo pone de esta manera: “Hoy en día, el partido está representado por una mujer joven con una apariencia moderna y normal [pero] el Frente Nacional sigue siendo el mismo, con su xenófobia , racismo y antisemitismo “.
De vuelta en su oficina, Maréchal-Le Pen insiste en que la transformación del Frente Nacional no es solo un ejercicio superficial de relaciones públicas.
“Por supuesto que el partido ha evolucionado”, dice ella. “Los problemas ya no son los mismos, por lo que la evolución ha ocurrido naturalmente… Cuando el Frente Nacional fue creado en la década de 1970, era en el contexto del comunismo y la guerra fría. Era una amenaza real, ahora ya no es el caso… Ahora, nuestro principal caballo de batalla es la anti-globalización”.
Ella insiste en que ella sólo ha encontrado “una reacción positiva” en la calle. “Incluso las personas que no comparten mis ideas políticas, dicen: ‘Yo no soy del Frente Nacional, pero estoy feliz de que estés allí porque genera debate’”.
Arnaud, su asesor, amablemente interrumpe en este punto para recordarle que ella hace poco fue a un restaurante parisino de moda y se le dio una ronda de aplausos espontáneos de los comensales. Maréchal-Le Pen parece avergonzada.
“El propietario fue muy amable y me llevó alrededor y dijo: ‘Esta noche le damos la bienvenida a la señorita Maréchal-Le Pen’, y todos aplaudieron”, dice ella a toda prisa. “Fue muy amable.”
¿Ella alguna vez recibió un correo de odio? Le pregunté.
“He tenido una carta”.
Arnaud interviene. “Pero si saco a todos los que dicen lo maravillosa que eres, lo bella, no hay comparación”
Parece increíble que ella sólo haya tenido alguna vez un correo negativo. Le digo que en el Reino Unido, los periodistas obtienen más que eso en una semana normal.
“Las personas más agresivas son otros parlamentarios,” ella aclara. “Algunos de ellos son muy agresivos, a pesar de que todos hemos sido elegidos democráticamente”. Jean-François Copé, líder del partido de centro-derecha UMP, en el pasado ha negado a darle la mano. ‘El podría negarse a darme la mano, pero sus electores con gusto lo harán’“, es su respuesta. Habló como una verdadera política.
Puedo ver por qué Maréchal-Le Pen es elegible. Personalmente, ella tiene una manera atractiva y accesible. Hay una mirada ocasional de humor, cuando estamos hablando acerca de las políticas de licencia de maternidad de su partido, el tema de los niños aparece. ¿Le gustaría formar una familia? Ella ríe. “Sí, si es que puedo encontrar un donante de esperma adecuado”.
Al mismo tiempo, encuentro su carisma inquietante porque está siendo desplegada en la defensa de algunas creencias dudosas. A medida que la entrevista llega a su fin, le digo que tengo una última pregunta y es una personal. Ella asiente, animándome a seguir.
Estoy casada con un hombre cuyo padre vino al Reino Unido desde Sudán, le digo. Si viviera en Francia bajo el gobierno del Frente Nacional, mi marido, por tanto, entraría en esta categoría de inmigrantes de segunda generación, que tendrá que demostrar que merece una ciudadanía automáticamente otorgada a los demás. Teniendo en cuenta esto, ¿me pregunto cuál es su posición sobre los matrimonios entre personas de diferentes orígenes?
Tal vez sea porque estoy esperando una reacción que me parezca ver un ligero estremecimiento en su rostro. Se trata de un pequeño movimiento: la expresión de alguien que efectivamente ha enmascarado su sorpresa.
“Yo no estoy en contra de eso”, responde ella. “Para mí, el matrimonio es una decisión muy personal. La única cosa que yo diría es que conozco, de personas que me han dicho de primera mano, de matrimonios mixtos que pueden tener algo de conflicto sobre cuestiones cotidianas. Por ejemplo, el nombramiento de los niños, los musulmanes necesitan niños para tomar nombres musulmanes, a menudo quieren mujeres para convertirlas al Islam. Lo otro sorprendente es que a menudo, en un divorcio, los padres del norte de África llevan a sus hijos de vuelta a su país y la madre nunca los vuelve a ver. Eso causa problemas. No juzgo, pero puede causar conflicto”.
Y sin embargo, ella ha juzgado, haciendo una serie de supuestos radicales sobre la base de un conocimiento muy poco acerca de un conjunto particular de circunstancias personales. Quizás Maréchal-Le Pen tiene razón en que la inmigración tiene que ser discutido y que los diputados se resisten a hacerlo por que se les acusaría de racismo. Algunas de sus opiniones tienen el brillo de plausibilidad. Ella no es desagradable. Pero el tono de su respuesta anterior sugiere un conjunto de creencias más inquietante en el juego debajo de la superficie: el olor de algo podrido en el centro de su política y una sensación de que el mundo se compone de personas que pueden dividirse fácilmente en “nosotros ” o “ellos”.
Traducido del inglés por Gabriela Gass Rodriguez
Vídeo Subtitulado: Marion Le Pen, recién elegida para el parlamento Francés.
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