La inmigración musulmana es uno de los principales problemas en Europa. Francia, Alemania, Inglaterra y Holanda tienen el asunto en los primeros lugares de su agenda, pues constatan que la población islámica es difícil de integrar. Por eso tiene interés analizar los datos de nacimientos en Cataluña que hace pocos días publicó el IDESCAT, referidos a 2012.
La prensa ha hablado de la bajada de natalidad, pero no ha mencionado un hecho capital: la población musulmana sigue creciendo en Cataluña. Un 10% de los nacimientos de 2012 ya corresponden a madre musulmana, principalmente marroquí y paquistaní, que suman 7.592 bebés respecto de un total de 77.098 nacimientos. Esto significa que no muy lejos tenemos a la vista un panorama demográfico similar al francés.
Otro dato: aunque en la provincia de Gerona la frecuencia del nombre Mohamed queda muy lejos en la lista, si sumamos todas sus variantes y nombres compuestos, el nombre del profeta musulmán es ya el segundo preferido en 2012, con un 23,6 por mil. Sólo le supera Marc y variantes, con un 32,3 por mil. Nombres de moda como Martí (21,1) y Arnau (18,7) quedan más atrás. Lo mismo ocurre en Osona, emblemática comarca de la Cataluña interior: Mohamed empata en la segunda posición con Martí (29,1 por mil), muy cerquita del lider, Marc (30,2). Algunos municipios como Salt (Gerona), donde el 70% de los nacimientos es de madre extranjera, pronto serán predominantemente musulmanes.
¿Por qué sucede esto? ¿No aprendemos las lecciones del resto de Europa? Hace dos décadas, cuando se vio la necesidad de acoger nuevos residentes en Cataluña, los dirigentes nacionalistas decidieron que no querían inmigración “española” o “hispana”, pues creían que serían menos receptivos a aprender catalán y abandonar sus tradiciones. Así que la Generalitat abrió “embajada” en Marruecos y promovió la inmigración islámica. Y resulta que los musulmanes sí que aprenden el catalán. Pero todavía está por demostrar en toda Europa que abracen la cultura del país que les acoge.
Ahora muchos pueblos catalanes están empezando a pagar las consecuencias de la política nacionalista de inmigración. La “cultura” recibe su vitalidad del “culto”. Y entre la descristianización paganizante del nacionalismo, y su promoción de la inmigración islámica, en muchas comarcas catalanas muy pronto apenas habrá otro culto que el musulmán. Paradójicamente, parece que después de décadas de catalanismo Cataluña será irreconocible para los catalanes de siempre.
Alerta Digital
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