miércoles, 26 de diciembre de 2012

Una Constitución como Dios manda

Lo menos que se puede decir es que con su Constitución Hungría no sólo rompe definitivamente con el comunismo, sino que recupera con vigor unos valores occidentales básicos que el resto de países democráticos europeos tiende a ignorar. Y no hace falta leer el texto con lupa para saber los derroteros que ha tomado el país magiar. Algunas de las solemnes proclamaciones del preámbulo son suficientes.

De entrada, rinde homenaje a los símbolos patrios: “Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría desde hace mil años, haya fundado nuestra patria sobre sólidos cimientos incorporándola a la Europa cristiana”. San Esteban (en la foto, su corona), uno de los primeros mártires del medioevo europeo, forjó la identidad húngara.

Una vez forjada esa identidad, los magiares, como recuerda su Carta Magna, contribuyeron a la construcción del Viejo Continente: “Estamos orgullosos de que nuestro pueblo haya defendido Europa durante mil años y que sus valores comunes se hayan enriquecido con sus talentos y sus esfuerzos”. Y si lo han hecho es porque son, ante todo, cristianos: “Reconocemos el papel de la Cristiandad en la pervivencia de la nación”.

Si son cristianos, la dignidad del hombre se impone: “Consideramos que la base de la existencia humana es la dignidad humana”. Y, por supuesto, todo lo anterior sólo es factible dentro del sistema de siempre: “Consideramos que la familia y la nación constituyen el marco principal de nuestra convivencia y que nuestros valores fundamentales son la fidelidad, la fe y el amor”.

Familia y vida

Sin embargo, en la nueva Constitución, la afirmación y protección de estos valores va más allá de lo enunciado en el preámbulo. Lo que significa que son de aplicación directa a falta de una ley orgánica que los desarrolle.

Los dos primeros apartados del artículo L dejan poco lugar a la duda en lo referente a protección y definición del matrimonio y de la familia. Hungría “protege la institución del matrimonio entendida como la unión voluntaria del hombre y de la mujer y considera a la familia como la clave de la supervivencia de la nación”. Asimismo, Hungría “fomentará el compromiso para tener hijos”.

Por si fuera poco, el Gobierno de Víktor Orban –la amplísima mayoría absoluta de su partido Fidesz y la colaboración de algunos de sus aliados ha permitido la aprobación de la nueva Constitución– quiere protegerse contra los intentos de la UE de introducir poco a poco el matrimonio homosexual en el todo el Viejo Continente.

En Budapest son conscientes de la presión agobiante que Bruselas ejerció sobre la vecina Eslovaquia para que derogase el Concordato que había firmado con la Santa Sede. El Concordato dispensaba a los hospitales católicos de practicar abortos y garantizaba la objeción de conciencia a los médicos. Bruselas advirtió que en esas condiciones podía peligrar la permanencia de Eslovaquia en la UE. Y Eslovaquia cedió.

Prohibida la eugenesia

Por eso no es preciso adentrarse demasiado en el texto constitucional para toparse con la protección de la vida humana. El artículo II disipa cualquier duda: “La dignidad humana es inviolable. Todo ser humano tiene derecho a la vida y a la dignidad humana; la vida fetal y embrionaria será protegida desde el momento de su concepción”.

Por si no fuera suficiente, el apartado 3 del artículo III precisa que se prohíben todas las prácticas con fines eugenésicos, la clonación humana y cualquier uso del cuerpo humano cuya finalidad sean los beneficios económicos.

Pero aquí puede surgir la principal dificultad. Como en todos los países que pertenecieron a la órbita soviética, la legislación húngara en materia de aborto es de las más liberales de Europa.

El camino de otros bloques del nuevo texto está algo más despejado. Es el caso de la libertad religiosa. Esta se protege de forma similar a la del resto de los países europeos. Sin embargo, el texto rezuma laicidad positiva por dos vías.

La primera, al plasmar el derecho de las religiones a estar presentes en el espacio público, ya sea para celebrar ceremonias o para hacer proselitismo. La segunda, al incitar a la cooperación entre el Estado y las Iglesias –principalmente la católica y la protestante– para la “consecución de objetivos comunes”.

Asimismo, se salvaguarda la familia. El artículo XV de la nueva Constitución contempla la adopción de medidas específicas para la protección de niños, mujeres, personas mayores y discapacitados.

El siguiente, el XVI, proclama valores de libertad educativa y de solidaridad intergeneracional. Los niños tienen derecho a la atención y a los cuidados necesarios para su desarrollo físico, mental y moral. Una vez adultos, tendrán que cuidar de sus padres si estos lo necesitan. Por su parte, los padres tienen la obligación de cuidar de sus hijos y de matricularles en un colegio. Y el derecho de elegir el tipo de educación que estimen más conveniente para ellos.

Cuando se quiere, se puede.  



Nota personal:

El dejar vía libre al proselitismo de las minorías religiosas se entiende en parte por esto: Iglesia Católica 67.5%, Calvinistas 20%, Luteranos 5%, Judíos 0,3%, ateos y otros 7.2% 

El islam no está representado en el país. El riesgo del proselitismo religioso es menor. La situación no es comparable a la de Francia o Bélgica, sobre todo ahora en época navideña, donde hemos visto algo estremecedor ocurrido en Bruselas y en Dinamarca por lo del árbol de Navidad.

Lo que si es para echarse las manos a la cabeza es el tema del aborto en el país. Desde el año 1.985, el país ha perdido población a un ritmo alarmante. Se podría pensar que es por el flujo migratorio, que la gente abandona Hungría para prosperar, pero no es nada de eso. Tiene que ver con que la media de hijos por mujer es de sólo de 1.4. Si a eso le añadimos la libertad para poder abortar... tenemos que de un país de 10.700.000 habitantes en los 80 pase a uno de 9.950.000 personas en la actualidad.

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